Después de la noticia del nuevo integrante en camino, ambas cabezas empezaron a
pensar y varias cosas se replantearon. Donde parir? Acá, allá? Tras analizar
pros, contras y escuchar el corazón, la primer incógnita estaba resuelta: allá,
en Argentina, con los afectos de la vida cerquita.
Como volver? Rápido? Que cosas y lugares resignarnos a conocer en el camino?
Que tiempos manejar? Pensamos todas esas variantes y trazamos un mapa mental de
cómo serían las cosas.
Obviamente nunca salen tal cual; algunas fueron mudando
otras salieron como lo planeado. Terminamos de conocer Bahia, aunque en tiempos
más rápidos a los acostumbrados. Pensábamos que hasta Salvador habíamos
conocido todas sus bellezas, pero este estado aún tiene mucho más camino al
sur: verdes intensos, vegetación increíble. Itacaré, Arraial
d’ajuda, Trancoso.
Este último nos sorprendió con una magia particular, con dos
pueblos diferentes en uno, el de dia y el de noche. En lo personal nos encantó
y logramos pasar días muy lindos. De
Arraial nos llevamos un par de hermosas personas que nos ayudaron
incondicionalmente, sin siquiera pedirlo. Los dueños y las trabajadoras de la
Posuada do Mel, que nos acariciaron cada día con una sonrisa, haciéndonos saber
que nuestra camioneta, Domingo y nosotros, estábamos lejos de ser una molestia
para ellos frente a las puertas de su lugar. Ahí empezamos a sentir como la
panza que asoma trae nuevas sorpresas, gente que se encariña, se preocupa y nos
mima con sólo ver la panza crecer e imaginar ese nuevo ser, hijo de ahora
viajeros que van volviendo a casa.
Pasamos Espiritu Santo bien rápido y empezamos a sentir el cuerpo distinto al
enfrentar el viaje en combi, los tiempos, la ruta, el cansancio. Ya en Rio sin
querer acabamos en Buzios. No pensábamos ir porque sabíamos cuán
“turísticamente argentineado” está, pero fue hermoso conocerlo porque nos
permitió al fin encontrar a otros viajeros (Martin y Martina, de America en
Kombi) que hacía mucho tiempo veníamos contactarnos y hasta el momento solo
conocimos por mensajes. Gran sorpresa nos llevamos cuando, después dar una
recorrida por las variadas playas de Buzios, fuimos a conocer Arraial do Cabo,
un pueblito cercano a Buzios, pasando Cabo Frio, que tiene playas entre morros
con aguas del color del caribe, del color de las revistas… sin palabras!
Fue
una semana muy linda en casa de los chicos, donde aprovechamos a tejer, comer y
charlar largo y tendido.
Ya en Rio de Janeiro encontramos un lugarcito donde armar base, porque el
combo: combi, perro, ciudad grande nunca es una ecuación fácil! El Pao de Acucar
(una zona militar, por ende tranquila y segura), fue nuestro lugar, donde nos
cobraban 8 reales por el dia de estacionamiento, disfrutábamos de Praia Vermelha
que queda ahí mismo y aunque poquito, hicimos una recorrida por la ciudad.
Allí, en los primeros días de febrero, recibimos la visita de los dos hermanos
de Guille que se vienieron en auto y nos acompañaron casi un mes en recorrida.
Con ellos también llegó el carnaval. Nos emocionaba el carnaval. Carnaval en
Brasil! Es sinónimo de muchas cosas, mucho se cuenta de esos días y queríamos
vivirlo bien de cerca. Eso si, nuestro estilo de festejo dependió también de
algunos factores: una embarazada, las incomodidades, la necesidad de un lugar
donde descansar, un baño cerca. Dentro de todo eso que dicen del carnaval (que
explota en gente y donde todo se vuelve caos) queríamos encontrar un poco de
paz, seguridad y claro, ver esa magia de
las calles abundando en risas, música y color.
Resolvimos quedarnos en Paraty, que a pesar de tener dos playas (Jabacuara y
Pontal) nada lindas (en lo personal) desde allí poder conocer un poquito de
Trindade con playas super recomendables, cachoeiras que quedan alrededor de la
ciudad de Paraty y tomarnos un dia de placer recorriendo, en un barquito a
nuestra disposición, islitas soñadas, de
aguas verdes transparentes y peces para entretenerse!
Llegó el carnaval. De la noche a la mañana Paraty se llenó. Nosotros con
nuestra base en una placita tranquila podíamos verlo de afuera e incorporarnos
a voluntad a los festejos. Así fue que la segunda noche, heladerita en mano:
agua para la “gravida” (embarazada) cerveza para el padre y tios, fuimos a ver
el carnaval en las calles.
Aún nos quedarán por siempre las ganas de conocer los famosos y renombrados
carnavales de Olinda, Salvador y Rio. El primero, un carnaval de calle, con su
caracteristco Galho da manha, blocos y sus sonidos del Frevo; el segundo con el
axe en las ruas y los trios eléctricos;
y el tercero con el famoso sambodromo en una explosión entre carrozas
que trabajan todo el año para lucirse al ritmo de la samba. Los tres bien
diferentes pero atractivos al mismo tiempo.
Nos conformamos con ver algo chiquitito, tranquilo pero con la magia del pueblo
brasilero (que es feliz en si mismo) descontracturando todo un año en días de
alegría, bailando, sin límites de edad o sexo. Nos llamó la atención (algo que
ya sabíamos y corroboramos) como los hombres, en esos días, juegan a ser
mujeres y se liberan de una manera exorbitante. Son pocos los que no visten
prendas de sus madres, novias o amigas.
El carnaval fue pura felicidad, baile… el pueblo completo en las calles se
olvidaba de sus problemas, se olvidaba de todo (a esa altura con lo que la
gente venía tomando desde el comienzo del dia no debían recordar nada más que
como mover un poco los pies al sonar de la samba).
Y aquí la historia, al menos para nosotros, se quiebra, nos abre los ojos y nos
deja reflexionando… sobre muchas cosas:
sobre la vida misma, sobre nuestra Latinoamérica, sobre los contrastes y acerca
también, de la suerte con la que corrimos al andar este largo camino
latinoamericano que hace 4 años decidimos emprender.
En un abrir y cerrar de ojos, entre sonrisas y alegría escuchamos un tiro,
después de eso yo oí unos 3 tiros mas y vi sus luces, sentí la dirección de los
mismos hacia nuestro lado y sin pensar salí corriendo hacia mis espaldas. Fue
todo muy rápido. Fueron muchos mas tiros. Fue darme vuelva y ver que había
perdido al resto de mis “compañeros de carnaval”… de lejos (aunque nada era
lejos porque la plaza donde estábamos era un escenario minúsculo para esquivar
tantos tiros y locura que se desató en la gente, alcancé a ver a Guille. Me
preocupé al no ver a Domingo, me alegré al reencontrarlos a todos. Nos
sentamos, temblando, hablamos de lo ocurrido y sin llegar a pasar 5 minutos
comenzó todo otra vez. Corrimos tras un árbol, agachados, haciendo upa a Domingo
(que poco podía entender de lo que sucedía) y tras varios tiros más conseguimos
ir alejándonos de la plaza.
Recién al llegar a nuestra placita, escenario de paz que habíamos
escogido para pasar el carnaval a “nuestro modo”, el cuerpo retomo la
tranquilidad y poco a poco fuimos entendiendo lo ocurrido. En el medio, nos
quedaron grabadas las palabras de una chica que tratando de calmar a todos los
que estaban fuera de si decía: “tranquilos gente, essas sao coisas que
acontecem”. Acontecen, si, como me dijo Guille son cosas que pasan acá, en
Argentina, en Latinoamérica… pero no deberían pasar!! Y menos aún que lleguemos
a tomarlo con tanta naturalidad.
El resto del carnaval lo pasamos bajo unos árboles acampando en Praia du Estaleiro,
un lugar bien familiar donde el carnaval se redujo a un camión desfilando de
punta a punta de la playa con varias familias (toda conocidas entre sí)
bailando canciones grabadas sacándose fotos y disfrutando de un ritual que
vienen repitiendo hace 50 años.
Así, al terminar esos días de caos y festejos logramos seguir camino, con un
mal recuerdo pero felices de por el buen final que tuvimos.
Y si de finales hablamos ocurrieron dos mas. El de la visita de Bruno y Pancho,
los hermanos de Guille, en Maresias, despedida que por suerte no dolió tanto
por estar ya cerca de “llegar a casa” y la despedida de Brasil en si mismo. Y el de Brasil en si mismo, el del viaje en
cierta parte, con uno de esos sucesos que te dejan sin poder creer como se dan
las cosas a veces, sin querer queriendo… casualidades o causalidades, los
cruces del camino y las amistades que surgen de repente, sin esperarlo.
Pensábamos conocer unas playas de Peruibe y seguir camino pero en una calle
encontramos (o nos encontró?) a un tal Gilberto (de quien no sabíamos ni el
nombre hasta ese momento) y minutos después estábamos tomando algo en un
barcito. Horas después estábamos conociendo a su familia, cocinando un asado, compartiendo
experiencias, charlando de todo un poco. Así fue sábado y domingo, con
simpleza, como si nos conociéramos hace largo tiempo, como si alguien hubiese
organizado una despedida de Brasil, con todo!
Y así seguimos camino, con panza llena y el corazón mucho más aún.. Repleto de
cariño y como siempre agradecidos de ese encuentro inesperado.
Dejar Brasil después de un año no es sencillo, es mucho lo recorrido, lo
aprendido.
Despertamos con un poco de nervios por atravesar la frontera, por un lado nos
íbamos con una situación de ilegalidad en el país vecino (mejor dicho
“irregularidad” por la cual al querer regresar a Brasil deberemos pagar una
gran multa en reales), por otro entraríamos la camioneta a Argentina tras saber
de una famosa multa existente para quienes retiran los vehículos más de 1 año
de del país, y veníamos con un perro!
Nuestra “maslinda” se ausentó 4 años pero, cuestiones Latinoamericanas que ya
conocemos, como paso en el 90% de las fronteras, nadie preguntó nada, nadie
revisó la combi, ninguna persona dijo nada. Preguntaron el número de patente y
si habíamos comprado algo. Seguimos camino, entramos otra vez a nuestro país,
Domingo conoció su nuevo país!
Descansamos una semana en Puerto Iguazú, donde festejamos el
cumple de Guille paseando por las Cataratas. Con bastante calor y las patas de
Domingo manchadas de rojo como esa tierra colorada tan característica, que tan
bien contrasta con los verdes hermosos de tanta vegetación, nos reencontramos
con amigos y vamos retomando costumbres argentinas. Dani y Seba en Puerto
Iguazú; Tachin, Belen, Gimena, Luz y Gabriel en El Dorado; Eve y Mati en
Posadas, todos nos fueron recibiendo y dando la bienvenida a nuestro país.
Ya quedan pocos kilómetros y estaremos en “casa” o al menos en el lugar donde
nacimos y donde nacerá nuestra hija Helena Luz (aunque bahiana, brasilera de
manufactura y corazón), felices, emocionados aunque sin poder negar que esa
mañana, al cruzar la frontera, la panza se estrujó y algunas lágrimas cayeron
cargadas de mil sentimientos inexplicables.
Fueron 4 años, muchas anécdotas,
muchos nuevos amigos, muchos logros y un gran gran sueño concretado que va
buscando su punto final… que en verdad bien sabemos se trata solo de un punto y
seguido.